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Bobby era un Skye Terrier que, en el siglo XIX, se hizo muy conocido en Edimburgo por permanecer leal a su dueño incluso después de muerto. Permaneció junto a su tumba hasta su propia muerte. Por este motivo, se le homenajeó con una fuente y una estatua. Hay diversos libros y películas sobre Bobby y actualmente sigue siendo uno de los puntos más turísticos de la ciudad.